30 mayo, 2007

Mi abuelo



Camina por la vereda con cierta calma.
Llega a la esquina y retoma de nuevo el mismo recorrido, una y otra vez.
Solitario...pensando quien sabe en que, en quien.
Alma de personaje chistoso, algo que todos dicen que herede de el. Fanático, pero muy fanático del Tango, su gran amor.
Puede pasar horas contando anécdotas de su vida, con fechas y años exactos...gran memoria la de el...a pesar d sus 76 años.
Me visita diariamente, conversamos y nunca falta el: “¿Comiste algo?” , “ ¡Cuando vas a dejar ese cigarrillo!...y algunos otros dichos.
De chica me decía Mondongo ( mal que inevitablemente aun sigo escuchando).
Siempre me llevaba a pescar, podía pasar horas frente al río esperando por un poco de suerte... sin nada de éxito, pero siempre volvíamos al mismo lugar..año tras año.
Recuerdo su pasión por llevarme de paseo y orgulloso presentarme como su nieta a todas las personas que cruzábamos en el camino...lamentablemente también recuerdo esas insistencias de la gente de apretarme los cachetes redondos que aun hoy me acompañan.
Es una persona organizada, cumple horarios y no permite que se los cambien...personalidad dura, distante y pasiva.
Es una costumbre ya que visite el cementerio todos los domingos temprano por la mañana, lleva flores que le roba a la vecina...(el piensa que ella no se da cuenta, pero no es así).
Tiene la obsesión de dejar las puertas abiertas...y nunca golpea antes de entrar, acostumbrado a vivir toda su vida en un pequeño pueblo invadido alguna vez por el agua...pero esa es otra historia, alguna vez la contare.
Demuestra gran pasión por las imágenes, pasamos horas hablando sobre ello...y nunca falta el momento en que llegue con el famoso “cajón de los recuerdos” para comenzar una de aquellas historias que marcaron su larga vida.
Tuvimos mil encuentros...malos quiero decir, muchas diferencias...es mas, fue la única persona que silenció mis palabras con una flor de cachetada...
Pero un día, hace no mucho, preocupado llego lamentándose de ese momento...yo no necesitaba eso, pero me alegro saber que no era yo la que estaba equivocada.
El sabe que escribo, muchas personas lo saben...pero muy pocas personas tiene acceso a ello. Siempre, de niña, me pedía que le escriba cartas a mi abuela...yo lo hacia y el contento se iba, muy contento.
Hace mucho tiempo que no lo veo así, contento quiero decir.
Ahí va nuevamente, cruza por mi casa, caminando lento, muy lento...como esperando algo.
No se porque...pero esa imagen me lleva a escuchar algo...la asimilo con una canción que el alguna vez me hizo conocer.
Shhh, se escucha muy bien...demasiado bien...ah!! ya se cual es...
Es “Balada para un loco” de Piazzola...no podía ser otra.


27 mayo, 2007

Reencuentro

La primera vez que me enamore estaba en 5to grado, y si, por el amor que yo sentía en ese momento me atrevo a decir que esa fue mi primera vez.
Sebastián se llamaba, tenia el flequillo largo que poco dejaba ver sus hermosos ojos verdes.
El era mi mejor amigo, vivíamos prácticamente todo el día juntos. Me pasaba a buscar para ir al colegio, a la tarde paseábamos en bicicleta, íbamos a clases de dibujo juntos.
Nos encantaba jugar al “ring raje” (famoso juego pueblerino que consiste en tocar el timbre de diferentes casas y salir corriendo) y a las escondidas, pasábamos horas tirados en el pasto mirando al cielo prometiéndonos lo que íbamos a hacer de grandes.
Nos defendíamos en todo momento, nos protegíamos.
Había una compañera nuestra que le gustaba, Emilia se llamaba. Un día me pidió que le escribiera cartitas de amor para regalárselas a cambio de dibujos que el me regalaría a mi. Yo acepte, escribí montones de cartas que el en algún momento les daría a ella...conformándome y guardando en una cajita dibujos de pájaros y montañas que el imaginaba en su interior.
Juntos también pasamos nuestro primer beso, con la única razón de estar preparados y saber exactamente a que nos enfrentaríamos en algún momento.
Al terminar la primaria nos toco separarnos, nuestros padres decidieron diferentes destinos para cada uno de nosotros.
Nos veíamos poco, casi nunca. Teníamos ya diferentes amistades y sentíamos incomodidad al encontrarnos. Pasaron los años y el desapareció de mi vida como yo de la suya...el nunca supo lo que yo sentía por el.


(Hecha ya esta especie de introducción puedo continuar, y contar lo que realmente me llevo a escribir esto.)

Anoche, en plena pista electrónica en el boliche, solo con las chicas, los ojos cerrados y la música curando mi alma siento que alguien toma mi cintura y al oído me dice:
- “baila conmigo por favor...”
Preparando cara de interrupción no perdonada, girando solo como una dama puede hacerlo, ya pensando como responderle lo miro a los ojos y .................... (si, sin palabras quede).
Esos ojos me parecían familiares, me transportaron y mis sentidos me avisaron que era el, era Sebastián.
Yo no sabia si el me había reconocido, y menos me animaba a decirle que yo lo recordaba de algún lado ( me sonaba la típica conversación cursi).
Entonces el dice:
- “Soy chef”, nací acá pero vivo en Buenos Aires (maldito destino) hace ya unos años...soy Sebastián , Vani, ¿ya no te acordas de mi?
Claro que le dije que si, y ese abrazo que nos dimos fue el mas dulce que hace bastante de nadie recibía.
Nos fuimos al bar al hablar mas tranquilos, fue increíble la cantidad de palabras que salieron de nuestras bocas para contarnos todos estos años sin vernos.
Me hizo recordar travesuras que yo había olvidado, miles de imágenes pasaron por mis cabeza.
El dijo:
-“...Que alegría me dio encontrarte, apenas entre te reconocí. Aun tenes esa lucecita que te diferencia del resto y tu mirada tan especial...”
Me contó además que había venido solo por unos días a visitar a sus padres, que hacia dos años que no viajaba para aquí, que esta trabajando en un lugar soñado y hace tres años que esta de novio con una “chica única” ( así la definió el ).
Me pregunto por mi, evite contarle algunas cosas...pero noto mi mirada triste y acepto mis silencios.
El tiempo paso mas rápido de lo que nos imaginamos. Llego la hora de despedirnos..ya no nos veríamos el retornaba a su ciudad en pocas horas.
Nos dimos un abrazo y prometimos un próximo encuentro.
Tomo mi mano y la beso, mi miro y dijo:
-“¿Recordas todas esas cartas que escribías para Emilia?
(asentí con la cabeza)
-“Nunca se las di, aun las conservo”
-Era a vos a quien yo quería, no ha ella.
-Nunca me anime a decírtelo, perdón.

Imagínenme a mi, mi cara, otra vez sin palabras (y eso es casi imposible de que pase les aseguro).
Le hice señas para que se acerque y en su oído suavemente le dije:
-“Yo también te quería a vos, pero me di cuenta muy tarde”
Se alejo suavemente, me dio la espalda y comenzó a caminar ...pero en un momento se dio vuelta y me sonrió.
No fue necesaria ninguna palabra.