La esclavizada conciencia enfurecida cobró vida.
Presagió el abismo
y escapó de la penumbra de los espejos rotos.
Extendió su brazo y oprimió.
Marcó su autocracia.
Quebró mi respiración
y operó sin anestesia a pesar de la presencia de lágrimas.
Me ahogó.
Me perdió en el desconsuelo.
Dibujó un desencuentro de realidades...
una detonación instantánea de gritos ciegos,
un puñal cercano al equilibrio que balancea el alma.
Invisible reclamo regálame un acorde
y desaparece los celos del recuerdo lastimoso.
Extingue por fin las murallas de lo irreal.
Viola mis miedos...
y si es necesario intenta matarme una vez más.